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LA LEY DEL DESAPEGO
La
sabiduría de la incertidumbre reside en el desapego... en la sabiduría de la
incertidumbre reside la liberación del pasado, de lo conocido, que es la
prisión del condicionamiento anterior.
Y
en nuestro deseo de ir hacia lo desconocido, el campo de todas las
posibilidades, nos entregamos a la mente creativa, que orquesta la danza del
universo.
Como
dos aves doradas posadas en el mismo árbol, el ego y el yo, íntimos amigos,
viven en el mismo cuerpo. El primero come los frutos dulces y amargos del árbol
de la vida., mientras que el segundo observa con indiferencia.
-
Upanishad
Mundaka
-
La
sexta ley espiritual del éxito es la ley del desapego. Esta ley dice que para
adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro
apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir
nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo; renunciamos al
interés por el resultado.
Es
grande el poder que se deriva de esto. Tan pronto como renunciamos al interés
por el resultado, combinando al mismo tiempo la intención concentrada y el
desapego, conseguimos lo que deseamos. Podemos conseguir cualquier cosa que
deseemos a través del desapego, porque éste se basa en la confianza
incuestionable en el poder del verdadero yo. El apego, en cambio, se basa en el
temor y en la inseguridad - y la necesidad de sentir seguridad emana del
desconocimiento del verdadero yo.
La
fuente de la abundancia, de la riqueza o de cualquier cosa en el mundo físico
es el yo; es la conciencia que sabe cómo satisfacer cada necesidad. Todo lo
demás es un símbolo: vehículos, casas, cheques, ropa, aviones. Los símbolos son
transitorios; llegan y se van. Perseguir símbolos es como contentarse con el
mapa en lugar del territorio. Es algo que produce ansiedad y acaba por
hacernos sentir vacíos y huecos por dentro, porque cambiamos el yo por los
símbolos del yo.
El
apego es producto de la conciencia de la pobreza, porque se interesa siempre
por los símbolos. El desapego es sinónimo de la conciencia de la riqueza,
porque con él viene la libertad para crear. Sólo a partir de un compromiso
desprendido, podemos tener alegría y felicidad. Entonces,
los
símbolos de la riqueza aparecen espontáneamente y sin esfuerzo. Sin desapego
somos prisioneros del desamparo, la desesperanza, las necesidades mundanas,
los intereses triviales, la desesperación silenciosa y la gravedad - características
distintivas de una existencia mediocre y una conciencia de la pobreza.
La
verdadera conciencia de la riqueza es la capacidad de tener todo lo que
deseamos, cada vez que lo deseamos, y con un mínimo de esfuerzo. Para
afianzarnos en esta experiencia es necesario afianzarnos en la sabiduría de la
incertidumbre. En la incertidumbre encontraremos la libertad para crear
cualquier cosa que deseemos.
La
gente busca constantemente seguridad, pero con el tiempo descubriremos que esa
búsqueda es en realidad algo muy efímero. Hasta el apego al dinero es una
señal de inseguridad. Uno podría decir: "Me sentiré seguro cuando tenga X
cantidad de dinero porque entonces tendré independencia económica y podré
jubilarme. Y entonces haré todo lo que he querido hacer siempre". Pero
eso es algo que nunca sucede - que nunca llega.
Quienes
buscan la seguridad la persiguen durante toda la vida sin encontrarla jamás.
La seguridad es evasiva y efímera porque no puede depender exclusivamente del
dinero. El apego al dinero siempre creará inseguridad, no importa cuánto dinero
se tenga en el banco. De hecho, algunas de las personas que más dinero tienen
son las más inseguras.
La
búsqueda de la seguridad es una ilusión. Según las antiguas tradiciones de
sabiduría, la solución de todo este dilema reside en la sabiduría de la
inseguridad o la sabiduría de la incertidumbre. Esto significa que la búsqueda
de seguridad y de certeza es en realidad un apego a lo conocido. ¿Y qué es lo
conocido? Lo conocido es el pasado. Lo conocido no es otra cosa que la prisión
del condicionamiento anterior. Allí no hay evolución -absolutamente ninguna
evolución. Y cuando no hay evolución, sobrevienen el estancamiento, el
desorden, el caos y la decadencia.
La
incertidumbre, por otra parte, es el suelo fértil de la creatividad pura y de
la libertad. La incertidumbre es penetrar en lo desconocido en cada momento de
nuestra existencia. Lo desconocido es el campo de todas las posibilidades,
siempre fresco, siempre nuevo, siempre abierto a la creación de nuevas
manifestaciones. Sin la incertidumbre y sin lo desconocido, la vida es sólo
una vil repetición de recuerdos gastados. Nos convertimos en víctimas del
pasado, y nuestro torturador de hoy es el yo que ha quedado de ayer.
Renunciemos
a nuestro apego a lo conocido y adentrémonos en lo desconocido, así entraremos
en el campo de todas las posibilidades. La sabiduría de la incertidumbre
jugará un importante papel en nuestro deseo de entrar en lo desconocido. Esto
significa que en cada momento de nuestra vida habrá emoción, aventura,
misterio; que experimentaremos la alegría de vivir: la magia, la celebración,
el júbilo y el regocijo de nuestro propio espíritu.
Cada
día podemos buscar la emoción de lo que puede ocurrir en el campo de todas las
posibilidades. Si nos sentimos inseguros, estamos en el camino correcto - no
nos demos por vencidos. En realidad no necesitamos tener una idea rígida y
completa de lo que haremos la semana próxima o el año próximo, porque si
tenemos una idea clara de lo que ha de suceder y nos aferramos rígidamente a
ella, dejaremos por fuera un enorme abanico de posibilidades.
Una
de las características del campo de todas las posibilidades es la correlación
infinita. Este campo puede orquestar una infinidad de sucesos
espacio-temporales con el fin de producir el resultado esperado. Pero cuando
hay apego, la intención queda atrapada en una forma de pensar rígida y se
pierden la fluidez, la creatividad y la espontaneidad inherentes al campo de
todas las posibilidades. Cuando nos apegamos a algo, congelamos nuestro deseo,
lo alejamos de esa fluidez y esa flexibilidad infinitas y lo encerramos dentro
de un rígido marco que obstaculiza el proceso total de la creación.
La
ley del desapego no obstaculiza la ley de la intención y el deseo - la fijación
de metas. Siempre tenemos la intención de avanzar en una determinada
dirección, siempre tenemos una meta. Sin embargo, entre el punto A y el punto B
hay un número infinito de posibilidades, y si la incertidumbre está presente,
podremos cambiar de dirección en cualquier momento si encontramos un ideal
superior o algo más emocionante. Al mismo tiempo, será menos probable que
forcemos las soluciones de los problemas, lo cual hará posible que nos
mantengamos atentos a las oportunidades.
La
ley del desapego acelera el proceso total de la evolución. Cuando entendemos
esta ley, no nos sentimos obligados a forzar las soluciones de los problemas.
Cuando forzamos las soluciones, solamente creamos nuevos problemas. Pero si
fijamos nuestra atención en la incertidumbre y la observamos mientras
esperamos ansiosamente a que la solución surja de entre el caos y la confusión,
entonces surgirá algo fabuloso y emocionante.
Cuando
este estado de vigilancia - nuestra preparación en el presente, en el campo de
la incertidumbre - se suma a nuestra meta y a nuestra intención, nos permite
aprovechar la oportunidad. ¿Qué es la oportunidad? Es lo que está contenido en
cada problema de la vida. Cada problema que se nos presenta en la vida es la
semilla de una oportunidad para algún gran beneficio. Una vez que tengamos esta
percepción, nos abriremos a toda una gama de posibilidades - lo cual mantendrá
vivos el misterio, el asombro, la emoción y la aventura.
Podremos
ver cada problema de la vida como la oportunidad de algún gran beneficio.
Habiéndonos afianzado en la sabiduría de la incertidumbre, podremos
permanecer alerta a las oportunidades. Y, cuando nuestro estado de preparación
se encuentre con la oportunidad, la solución aparecerá espontáneamente.
Lo
que resulta de esto es lo que denominamos comúnmente "buena suerte".
La buena suerte no es otra cosa que la unión del estado de preparación con la
oportunidad. Cuando los dos se mezclan con una vigilancia atenta del caos,
surge una solución que trae beneficio y evolución para nosotros y para todos
los que nos rodean. Ésta es la receta perfecta para el éxito, y se basa en la
ley del desapego.
CÓMO APLICAR LA LEY DEL DESAPEGO
Pondré
a funcionar la ley del desapego comprometiéndome a hacer lo siguiente:
1)
Hoy me comprometeré con el desapego. Me permitiré y les permitiré a los que me
rodean la libertad de ser como somos. No impondré tercamente mi opinión de cómo
deben ser las cosas. No forzaré las soluciones de los problemas, y, por tanto,
no crearé con eso otros nuevos. Participaré en todo con absoluto
desprendimiento.
2)
Hoy convertiré a la incertidumbre en un elemento esencial de mi experiencia. Y
gracias a esa disponibilidad para aceptar la incertidumbre, las soluciones
surgirán espontánea
mente
de los problemas, de la confusión, del desorden y del caos. Cuanto más
inciertas parezcan las cosas, más seguro me sentiré porque la incertidumbre es
el camino hacia la libertad. Por medio de la sabiduría de la incertidumbre,
encontraré mi seguridad.
3)
Penetraré en el campo de todas las posibilidades y esperaré la emoción que
tiene lugar cuando me mantengo abierto a una infinidad de alternativas. Cuando
entre en el campo de todas las posibilidades, experimentaré todo el regocijo,
la aventura, la magia y el misterio de la vida.
7
LA LEY DEL "DHARMA" O
PROPÓSITO EN LA VIDA
Todo
el mundo tiene un propósito en la vida... un don único o talento especial para
ofrecer a los demás. Y cuando combinamos ese talento único con el servicio a
los demás, experimentamos el éxtasis y el júbilo de nuestro propio espíritu,
que es la meta última de todas las metas.
Cuando
trabajas, eres como una flauta a través de cuyo corazón el susurro de las horas
se convierte en música... ¿Y qué es trabajar con amor? Es tejer una tela con
hilos sacados de tu corazón, como si tu amado fuese a vestirse con esa tela...
- KHALIL GIBRAN, El profeta
La
séptima ley espiritual del éxito es la ley del dharma. "Dharma" es un
vocablo sánscrito que significa "propósito en la vida". Esta ley dice
que nos hemos manifestado en forma física para cumplir un propósito. El campo
de la potencialidad pura es la divinidad en su esencia, y la divinidad adopta
la forma humana para cumplir un propósito.
De
acuerdo con esta ley, cada uno de nosotros tiene un talento único y una manera
única de expresarlo. Hay una cosa que cada individuo puede hacer mejor que
cualquier otro en todo el mundo - y por cada talento único y por cada expresión
única de dicho talento, también existen unas necesidades únicas. Cuando estas
necesidades se unen con la expresión creativa de nuestro talento, se produce
la chispa que crea la abundancia. El expresar nuestros talentos para satisfacer
necesidades, crea riqueza y abundancia sin límites.
Si
pudiéramos enseñarles a los niños desde el principio esta manera de pensar,
veríamos el efecto que esto tendría en su vida. En realidad, yo lo hice con
mis hijos. Les dije una y otra vez que había una razón para que ellos
estuvieran aquí, y que ellos debían descubrir esa razón por sí mismos. Eso fue
algo que oyeron desde los cuatro años. También les enseñé a meditar cuando
tenían aproximadamente esa edad, y les dije: "No quiero que se preocupen,
nunca, por ganarse la vida. Si cuando sean mayores no pueden ganarse la vida,
yo les daré lo necesario, de manera que no se preocupen por eso. No quiero que
se concentren en ser los mejores de la escuela, en obtener las mejores notas o
en ir a la mejor universidad. En lo que realmente quiero que se concentren es
en preguntarse a sí mismos cómo pueden servir a la humanidad y cuáles son sus
talentos únicos. Porque cada uno de ustedes tiene un talento único que nadie
más tiene, y una manera especial de expresarlo, que tampoco tiene nadie
más". Mis hijos acabaron estudiando en las mejores escuelas, obteniendo
las mejores notas e incluso en la universidad son los únicos que son económicamente
autosuficientes, porque ellos tienen su atención puesta en el propósito por el
cual están aquí. Ésta, entonces, es la ley del dharma.
La
ley del dharma tiene tres componentes. El primero dice que cada uno de nosotros
está aquí para descubrir su verdadero yo, para descubrir por su cuenta que el
verdadero yo es espiritual y que somos en esencia seres espirituales que han
adoptado una forma física para manifestarse. No somos seres humanos que
tienen experiencias espirituales ocasionales, sino todo lo contrario: somos
seres espirituales que tienen experiencias humanas ocasionales.
Cada
uno de nosotros está aquí para descubrir su yo superior o su yo espiritual. Esa
es la primera forma de cumplir la ley del dharma. Debemos descubrir por
nuestra cuenta que dentro de nosotros hay un dios en embrión que desea nacer
para que podamos expresar nuestra divinidad.
El
segundo componente de la ley del dharma es la expresión de nuestro talento
único. La ley del dharma dice que todo ser humano tiene un talento único. Cada
uno de nosotros tiene un talento tan único en su expresión que no existe otro
ser sobre el planeta que tenga ese talento o que lo exprese de esa manera. Eso
quiere decir que hay una cosa que podemos hacer, y una manera de hacerlo, que
es mejor que la de cualquier otra persona, en este planeta. Cuando estamos desarrollando
esa actividad, perdemos la noción del tiempo. La expresión de ese talento único
- o más de uno, en muchos casos - nos introduce en un estado de conciencia
atemporal.
El
tercer componente de la ley del dharma es el servicio a la humanidad - servir a
los demás seres humanos y preguntarse: "¿Cómo puedo ayudar? ¿Cómo puedo
ayudar a todas las personas con quienes tengo contacto?" Cuando combinamos
la capacidad de expresar nuestro talento único con el servicio a la humanidad,
usamos plenamente la ley del dharma. Y cuando unimos esto al conocimiento de
nuestra propia espiritualidad, el campo de la potencialidad pura, es imposible
que no tengamos acceso a la abundancia ilimitada, porque ésa es la verdadera
manera de lograr la abundancia.
Y
no se trata de una abundancia transitoria; ésta es permanente en virtud de
nuestro talento único, de nuestra manera de expresarlo y de nuestro servicio y
dedicación a los demás seres humanos, que descubrimos preguntando: "¿Cómo
puedo ayudar?", en lugar de: "¿Qué gano yo con eso?"
La
pregunta "¿Qué gano yo con eso?" es el diálogo interno del ego. La
pregunta "¿Cómo puedo ayudar?" es el diálogo interno del espíritu. El
espíritu es ese campo de la conciencia en donde experimentamos nuestra
universalidad. Con sólo cambiar el diálogo interno y no preguntar "¿Qué
gano yo con eso?" sino "¿Cómo puedo ayudar?", automáticamente
vamos más allá del ego para entrar en el campo del espíritu. Y aunque la
meditación es la manera más fácil de entrar en el campo del espíritu, el
simple hecho de cambiar nuestro diálogo interno de esta manera también nos brinda
acceso al espíritu, ese campo de la conciencia donde experimentamos nuestra
universalidad.
Si
deseamos utilizar al máximo la ley del dharma, es necesario que nos
comprometamos a hacer varias cosas:
Primer
compromiso: Por medio de la práctica espiritual buscaremos nuestro yo superior,
el cual está más allá de nuestro ego.
Segundo
compromiso: Descubriremos nuestros talentos únicos, y después de descubrirlos
disfrutaremos de la vida, porque el proceso del gozo tiene lugar cuando
entramos en la conciencia atemporal. En ese momento, estaremos en un estado de
dicha absoluta.
Tercer
compromiso: Nos preguntaremos cuál es la mejor manera en que podemos servir a
la humanidad. Responderemos esa pregunta, y luego pondremos la respuesta en
práctica. Utilizaremos nuestros talentos únicos para atender a las necesidades
de nuestros congéneres los seres humanos; combinaremos esas necesidades con
nuestro deseo de ayudar y servir a los demás.
Hagamos
una lista de nuestras respuestas a estas dos preguntas: ¿Qué haría yo si no
tuviera que preocuparme por el dinero y si a la vez dispusiera de todo el
tiempo y el dinero del mundo? Si de todas maneras quisiéramos seguir haciendo
lo que hacemos ahora, es porque estamos en dharma, porque sentimos pasión por
lo que hacemos, porque estamos expresando nuestros talentos únicos. La segunda
pregunta es: "¿Cuál es la mejor manera en que puedo servir a la
humanidad?" Respondamos esa pregunta y pongamos la respuesta en práctica.
Descubramos
nuestra divinidad, encontremos nuestro talento único y sirvamos a la humanidad
con él; de esa manera podremos generar toda la riqueza que deseamos. Cuando
nuestras expresiones creativas concuerden con las necesidades del prójimo, la
riqueza pasará espontáneamente de lo inmanifiesto a lo manifiesto, del reino
del espíritu al mundo de la forma. Comenzaremos a experimentar la vida como
una expresión milagrosa de la divinidad - no ocasionalmente, sino a toda hora.
Y conoceremos la alegría verdadera y el significado real del éxito - el
éxtasis y el júbilo de nuestro propio espíritu.
CÓMO APLICAR LA LEY DEL
"DHARMA" O PROPÓSITO EN LA VIDA
Pondré
a funcionar la ley del dharma comprometiéndome a hacer lo siguiente:
1)
Hoy cultivaré con amor al dios en embrión que reside en el fondo de mi alma.
Prestaré atención al espíritu interior que anima tanto a mi cuerpo como a mi
mente. Despertaré a esa quietud profunda del interior de mi corazón. Mantendré
la conciencia del ser atemporal y eterno, en medio de la experiencia limitada
por el tiempo.
2)
Haré una lista de mis talentos únicos. Después haré una lista de las cosas que
me encanta hacer cuando estoy expresando mis talentos únicos. Cuando expreso
mis talentos únicos y los utilizo en servicio de la humanidad, pierdo la
noción del tiempo y produzco abundancia tanto en mi vida como en la vida de
los demás.
3)
Todos los días me preguntaré: "¿Cómo puedo servir?" y "¿Cómo
puedo ayudar?" Las respuestas a estas preguntas me permitirán ayudar y
servir con amor a los demás seres humanos.
RESUMEN Y CONCLUSIÓN
Quisiera
conocer los pensamientos de Dios... lo demás son detalles.
- ALBERT EINSTEIN
La
mente universal es la coreógrafa de todo lo que sucede en miles de millones de
galaxias y hace su trabajo con una precisión exquisita y con una inteligencia
inquebrantable. Su inteligencia es máxima y suprema e impregna cada fibra de
la existencia: desde la más pequeña hasta la más grande, desde el átomo hasta
el cosmos. Todo lo que vive es expresión de esta inteligencia. Y esta
inteligencia actúa a través de las siete leyes espirituales.
Si
miramos cualquiera de las células del cuerpo humano, a través de su
funcionamiento veremos la expresión de estas leyes. Cada célula, sea del
estómago, del corazón o del cerebro, se origina en la ley de la potencialidad
pura. El ADN es el ejemplo perfecto de la potencialidad pura; en realidad, es
la expresión material de ella. El mismo ADN que hay en todas las células del
cuerpo, se expresa de diferentes maneras para cumplir los requisitos
particulares de cada una.
Cada
célula opera además a través de la ley del dar. Una célula vive y permanece
sana cuando está en estado de equilibrio. Este estado es de realización y
armonía, pero se mantiene a través de un constante dar y recibir. Cada célula
da y apoya a las demás, y a cambio recibe alimento de ellas. La célula
permanece en estado de flujo dinámico, el cual jamás se interrumpe. En
realidad, el flujo es la esencia misma de la vida de la célula. Y solamente
manteniendo este flujo de dar puede la célula recibir y, por tanto, continuar
con su existencia vibrante.
Las
células ejecutan con suma perfección la ley del karma, porque incorporada en su
inteligencia está la respuesta más apropiada, precisa y oportuna para cada
situación que se presenta.
Las
células también ejecutan con suma perfección la ley del menor esfuerzo: cumplen
su trabajo con tranquila eficiencia, en un estado de sosegada vigilancia.
Por
medio de la ley de la intención y el deseo, cada intención de cada célula
utiliza el infinito poder organizador de la inteligencia de la naturaleza.
Hasta una intención simple como la de metabolizar una molécula de azúcar
desencadena inmediatamente una sinfonía de sucesos en el cuerpo para secretar
las cantidades exactas de hormonas en el momento preciso, a fin de convertir
la molécula de azúcar en pura energía creativa.
Desde
luego, cada célula expresa la ley del desapego. No se aferra al resultado de
sus intenciones. No duda ni tropieza porque su comportamiento es función de
una conciencia centrada en la vida y en el momento presente.
Cada
célula también expresa la ley del dharma.
Debe
descubrir su propia fuente, el yo superior; debe servir a sus congéneres y
expresar su talento único. Las células del corazón, del estómago, del sistema
inmune, todas se originan en el yo superior, el campo de la potencialidad
pura. Y como están directamente enlazadas con ese computador cósmico, pueden
expresar sus talentos únicos con toda facilidad y conciencia atemporal. Sólo
expresando sus talentos únicos pueden mantener tanto su propia integridad como
la de todo el cuerpo. El diálogo interno de cada una de las células del cuerpo
humano es: "¿Cómo puedo ayudar?" Las células del corazón desean
ayudar a las células del sistema inmune, y éstas desean ayudar a las del
estómago y a las de los pulmones, y las células del cerebro se dedican a
escuchar y ayudar a todas las demás. Cada una de las células del cuerpo humano
tiene solamente una función: ayudar a todas las demás.
Observando
el comportamiento de las células de nuestro cuerpo, podemos ver la expresión
más extraordinaria y eficiente de las siete leyes espirituales. Ésa es la
genialidad de la inteligencia de la naturaleza. Son los pensamientos de Dios;
lo demás son sólo detalles.
Las
siete leyes espirituales del éxito son principios poderosos que nos ayudarán a
alcanzar el dominio de nosotros mismos. Si prestamos atención a estas leyes y
ponemos en práctica los ejercicios propuestos en este libro, veremos que
podremos hacer realidad cualquier cosa que deseemos - toda la abundancia, todo
el dinero y todo el éxito que deseemos. También veremos que nuestra vida se
volverá más alegre y próspera en todo sentido, porque estas leyes también son
las leyes espirituales de la vida, aquéllas que hacen que vivir valga la pena.
Existe
una secuencia natural para aplicar estas leyes en la vida diaria, la cual
puede ayudarnos a recordarlas. La ley de la potencialidad pura se experimenta
por medio del silencio, de la meditación, del hábito de no juzgar, de la
comunión con la naturaleza, pero es activada por la ley del dar. El principio
consiste en aprender a dar lo que se busca. Así es como uno activa la ley de la
potencialidad pura. Si buscamos abundancia, demos abundancia; si buscamos
dinero, demos dinero; si buscamos amor, aprecio y afecto, aprendamos a dar
amor, aprecio y afecto.
Por
medio de nuestros actos en la ley del dar, activamos la ley del karma. Si
creamos un buen karma, éste nos facilitará todo en la vida. Notaremos que no
necesitamos mayor esfuerzo para satisfacer nuestros deseos, lo cual nos lleva
automáticamente a comprender la ley del menor esfuerzo. Cuando todo ocurra
con facilidad y sin esfuerzo, y todos nuestros deseos se cumplan sin cesar,
espontáneamente comenzaremos a comprender la ley de la intención y el deseo.
Cuando nuestros deseos se cumplan sin esfuerzo, nos será fácil practicar la ley
del desapego.
Por
último, cuando comencemos a comprender todas estas leyes, comenzaremos a
concentrarnos en nuestro verdadero propósito en la vida, lo cual lleva a la
ley del dharma. A través del uso de esta ley, expresando nuestros talentos
únicos y satisfaciendo las necesidades de los otros seres humanos,
empezaremos a crear lo que deseemos, cuando lo deseemos. Nos volveremos
despreocupados y alegres, y nuestra vida se convertirá en la expresión de un
amor sin límites.
Somos
los viajeros de una travesía cósmica -polvo de estrellas danzando y girando en
las corrientes y los torbellinos del infinito. La vida es eterna, pero las
expresiones de la vida son efímeras, momentáneas, transitorias. Siddharta
Gautama, el Buda, fundador del budismo, dijo una vez:
Esta existencia nuestra es tan
transitoria como las nubes del otoño.
Observar el nacimiento y la muerte de
los seres es como mirar los movimientos de una danza. Una vida es como un
relámpago en el cielo, que se desliza veloz como un torrente por la pendiente
de una montaña.
Nos hemos detenido
momentáneamente para encontrarnos unos a otros, para conocernos, amarnos y
compartir. Este es un momento precioso, pero transitorio. Es un pequeño
paréntesis en la eternidad. Si compartimos con cariño, alegría y amor,
crearemos abundancia y alegría para todos. Y entonces este momento habrá valido
la pena.
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