momento
presente, pero no puedes afrontar algo que sólo es una proyección mental; no
puedes afrontar el futuro.
Además, mientras sigas identificándote con tu mente,
el ego dirigirá tu vida. Debido a su naturaleza fantasmal, y a pesar de sus
elaborados mecanismos de defensa, el ego es muy vulnerable e inseguro, y se
siente amenazado constantemente. Por cierto, esto sigue siendo verdadero aunque
externamente esté muy seguro. Ahora bien, recuerda que una emoción es la
reacción del cuerpo a la mente. ¿Qué mensaje recibe continuamente el cuerpo
desde el ego, desde ese falso yo fabricado por la mente?: peligro, estoy
amenazado. ¿Y qué emoción genera este mensaje continuo?: miedo, por supuesto.
El miedo parece tener muchas causas: miedo a la
pérdida, miedo al fracaso, miedo a que nos hieran, y así sucesivamente; pero,
en definitiva, todos los miedos pueden resumirse en el miedo del ego a la
muerte, a la aniquilación. Para el ego, la muerte siempre está a la vuelta de
la esquina. En este estado de identificación con la mente, el miedo a la muerte
afecta a todos los aspectos de tu vida.
Por ejemplo, algo tan aparentemente trivial y
«normal» como la necesidad compulsiva de tener razón en una discusión y
demostrar que el otro está equivocado —defender la posición mental con la que
te has identificado— se debe al miedo a la muerte. Si te identificas con una
posición mental y resulta que estás equivocado, tu sentido de identidad, basado
en la mente, se sentirá bajo una seria amenaza de aniquilación. Por tanto, tú,
como ego, no puedes permitirte estar equivocado. Equivocarse es morir. Esto ha
motivado muchas guerras y ha causado la ruptura de innumerables relaciones.
Cuando dejas de identificarte con la mente, el hecho
de tener razón o estar equivocado es indiferente para tu sentido de identidad;
de modo que esa necesidad compulsiva, apremiante y profundamente inconsciente
de tener razón, que es una forma de violencia, deja de estar presente. Puedes
expresar cómo te sientes y lo que piensas con claridad y firmeza, pero tal
expresión no estará teñida de agresividad ni actitud defensiva. Tu sentido de
identidad deriva entonces de un lugar más profundo y verdadero dentro de ti, no
de la mente.
OBSERVA CUALQUIER ACTITUD
DEFENSIVA que surja en ti. ¿Qué estás defendiendo?: una
identidad ilusoria, una imagen mental, una entidad ficticia. Haciendo
consciente este patrón y observándolo, puedes romper la identificación con él.
El patrón inconsciente comenzará a disolverse rápidamente a la luz de tu
conciencia.
Este es el final de todas las discusiones y juegos
de poder, que son tan corrosivos para las relaciones. El poder sobre los demás es
debilidad disfrazada de fuerza. El verdadero poder está dentro, y está a tu
disposición ahora.
La
mente siempre trata de negar el ahora y de escapar de él. En otras palabras:
cuanto más te identificas con tu mente, más sufres. O puedes decirlo de este otro
modo: cuanto más capaz seas de valorar y aceptar el ahora, más libre estarás
del dolor y del sufrimiento, más libre de la mente egotista.
Si no deseas crear más dolor para ti mismo ni para
los demás, si no quieres añadir más dolor al residuo del pasado que aún vive en
ti, no crees más tiempo, o crea el imprescindible para gestionar los aspectos
prácticos de la vida. ¿Cómo dejar de crear tiempo?
DATE CUENTA INEQUÍVOCAMENTE
DE QUE EL MOMENTO PRESENTE es lo único que tienes. Haz del ahora el centro
fundamental de tu vida. Si antes vivías en el tiempo y hacías breves visitas al ahora,
establece tu residencia habitual en el
ahora y haz breves visitas al pasado y al futuro cuando tengas que resolver los
asuntos prácticos de tu vida.
Di siempre «sí» al momento presente.
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