LIBÉRATE DE TU MENTE
La buena nueva es que puedes liberarte de tu mente,
que es la única verdadera liberación. Y puedes dar el primer paso ahora mismo.
EMPIEZA POR ESCUCHAR LA VOZ
QUE HABLA DENTRO DE TU CABEZA, y hazlo tan frecuentemente como puedas. Presta una
atención especial a cualquier patrón de pensamiento repetitivo, a esos viejos
discos de gramófono que pueden haber estado dando vueltas en tu cabeza durante
años.
Esto es lo que llamo «observar al pensador», que es
otra manera de decir: escucha la voz dentro de tu cabeza, mantente allí como
presencia que atestigua.
Cuando escuches la voz, hazlo imparcialmente. Es
decir, no juzgues. No juzgues ni condenes lo que oyes, porque eso significaría
que la misma voz ha vuelto a entrar por la puerta de atrás.
Pronto te darás cuenta de esto: la voz está allí y
yo estoy aquí, observándola. Esta comprensión Yo soy, esta sensación de
tu propia presencia, no es un pensamiento. Surge de más allá de la mente.
Así, cuando escuchas un pensamiento, no sólo eres
consciente del pensamiento, sino también de ti mismo como testigo del
pensamiento. Ha hecho su aparición una nueva dimensión de conciencia.
CUANDO ESCUCHAS EL
PENSAMIENTO, sientes como si hubiera una presencia consciente —tu
yo profundo— por debajo o detrás de él. De este modo el pensamiento pierde su
poder sobre ti y se disuelve rápidamente, porque ya no energetizas tu mente
mediante la identificación con ella. Es el principio del fin del pensamiento
compulsivo e involuntario.
Cuando el pensamiento se aquieta, experimentas una
discontinuidad en la corriente mental, una brecha de «no-mente». Al principio
las brechas serán cortas, tal vez duren unos segundos, pero gradualmente se
irán prolongando. Cuando ocurren estas discontinuidades, sientes cierta quietud
y paz dentro de ti. Es el principio del estado natural de sentirte unido al
Ser, generalmente nublado por la mente.
Con la práctica, la sensación de quietud y de paz se va ahondando. De hecho, esa
profundidad no tiene fin. También sentirás una sutil emanación de alegría
elevándose desde lo más hondo de ti: la alegría de Ser.
En este estado de conexión interna estás mucho más
alerta, más despierto que en el estado de identificación mental. Estás
plenamente presente. Y también se eleva la frecuencia vibratoria del campo
energético que da vida al cuerpo físico.
A medida que profundizas en este reino de la
no-mente, como a veces se le denomina en Oriente, vas alcanzando el estado de
conciencia pura. En ese estado sientes tu propia presencia con tal intensidad y
alegría que, en comparación, todo pensamiento, toda emoción, tu cuerpo físico y
todo el mundo externo se vuelven relativamente insignificantes. Sin embargo, no
es un estado de egoísmo, sino de desprendimiento y generosidad. Te lleva más
allá de lo que pensabas que era «tu identidad». Esa presencia es esencialmente
tú, y al mismo tiempo es inconcebiblemente mayor que tú.
EN LUGAR DE «OBSERVAR AL
PENSADOR», también puedes crear una apertura en la corriente
mental por el simple hecho de dirigir el foco de tu atención al ahora. Basta
con que te hagas intensamente consciente del momento presente.
Esto
es algo por demás satisfactorio. De este modo retiras la conciencia de tu
actividad mental y creas una brecha sin mente en la que estás muy alerta y
consciente, pero no piensas. Ésta es la esencia de la meditación.
En TU VIDA COTIDIANA puedes practicar esto tomando cualquier actividad rutinaria, que
habitualmente sólo es un medio para un fin, y darle toda tu atención para que
se convierta en un fin en sí misma.
Por ejemplo, cada vez que subas o bajes las
escaleras en tu casa o en tu puesto de trabajo, presta mucha atención a cada
escalón, a cada movimiento, incluso a tu respiración. Mantente totalmente
presente.
O cuando te laves las manos, presta atención a todas las percepciones
sensoriales asociadas con esa actividad: el sonido y la sensación del agua, el
movimiento de tus manos, el aroma del jabón, etc.
O cuando entres en tu coche, después de cerrar la
puerta, detente durante unos segundos y observa el flujo de tu respiración.
Toma conciencia de una silenciosa pero intensa sensación de presencia.
Hay un criterio que te permite medir el éxito
logrado en esta práctica: el grado de paz que sientas en tu interior.
El paso más vital en tu camino hacia la iluminación
es éste: aprende a no identificarte con tu mente. Cada vez que creas una
apertura en el flujo mental, la luz de tu conciencia se fortalece.
Puede que un día te sorprendas sonriendo a la voz
que suena en tu cabeza como sonreirías a las travesuras de un niño. Esto
significa que has dejado de tomarte el contenido de tu mente tan en serio, y
que tu sentido de identidad ya no depende de él.
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