La clave es ésta: acaba con la ilusión del tiempo.
Tiempo y mente son inseparables. Retira el tiempo de la mente y ésta se para, a
menos que elijas usarla.
Estar identificado con la mente es estar atrapado en
el tiempo: vives de forma compulsiva y, casi exclusivamente, mediante el
recuerdo y la anticipación. Esto produce una preocupación interminable por el
pasado y el futuro, y una falta de disposición a honrar y reconocer el momento
presente y permitir que sea. La compulsión surge porque el pasado te da una
identidad y el futuro contiene una promesa de salvación, de una realización de
algún tipo. Ambas son ilusiones.
Cuanto más te enfocas en el tiempo —pasado y futuro—
más pierdes el ahora, lo más precioso que hay.
¿Por qué es lo más precioso? En primer lugar, porque
es lo único que hay. Es todo lo que hay. El eterno presente es el espacio
dentro del que se despliega tu vida, el único factor que permanece constante.
La vida es ahora. No ha habido nunca un momento en que tu vida no fuera ahora,
ni lo habrá jamás. En segundo lugar, el ahora es el único punto que puede llevarte más allá de los limitados confines de
la mente. Es tu único punto de acceso al reino info rme
e intemporal del Ser.
¿Has experimentado, hecho, pensado o sentido algo
fuera del momento presente? ¿Piensas que lo harás alguna vez? ¿Es posible que
algo ocurra o sea fuera del ahora? La respuesta es evidente, ¿no es cierto?
Nada ocurrió nunca en el pasado; ocurrió en el
ahora. Nada ocurrirá nunca en el futuro; ocurrirá en el ahora.
La esencia de lo que estoy diciendo aquí no puede
entenderse mentalmente. En el momento que lo entiendes, se produce un cambio de
conciencia de la mente al Ser, del tiempo a la presencia. De repente, todo se vivifica, irradia energía, emana Ser.
CAPÍTULO
TRES
ACCEDE AL
PODER DEL AHORA
Las dimensiones intemporales están acompañadas por
otro tipo de conocimiento, un conocimiento que no «mata» el espíritu que habita
en cada criatura y en cada cosa. Un conocimiento que no destruye la sacralidad
y el misterio de la vida, sino que muestra un profundo amor y reverencia por
todo lo que es. Un conocimiento del que la mente no sabe nada.
ROMPE LA VIEJA ESTRUCTURA de resistencia al momento presente, de negación del
presente. Convierte en práctica el hecho de retirar la atención que prestas al
pasado y al futuro cuando no sean necesarios. Sal de la dimensión temporal lo
más posible en tu vida cotidiana.
Si te resulta difícil entrar directamente en el
ahora, comienza observando tu habitual tendencia mental a escapar de él.
Observarás que el futuro suele imaginarse como mejor o peor que el presente. Si
el futuro imaginario es mejor, te da esperanza o expectativas placenteras. Si
es peor, crea ansiedad. Ambas son ilusorias.
La auto-observación permite la entrada automática de
más presencia en tu vida. En el momento de darte cuenta de que no estás
presente, estás presente. En cuanto eres capaz de observar tu mente, ya no
estás atrapado en ella. Ha entrado en juego otro factor que no es mental: la
presencia del testigo.
Mantente presente como observador de tu mente, de
tus pensamientos y emociones, así como de tus reacciones a las diversas
situaciones. Interésate al menos tanto por tus reacciones como por la situación
o persona que te hace reaccionar.
Nota también cuántas veces tu atención se va al
pasado o al futuro. No juzgues ni analices lo que observas. Contempla el pensamiento, siente la
emoción, observa la reacción. No las conviertas en un problema personal.
Entonces sentirás algo más poderoso que cualquiera de las cosas observadas: la
presencia misma, serena y observante, que está detrás de tus contenidos
mentales; el observador silencioso.
Se necesita una intensa presencia cuando ciertas
situaciones provocan una reacción muy cargada de emoción, como cuando tu
auto-imagen se ve amenazada, cuando te topas con un desafío existencial que te
da miedo, cuando las cosas «van mal» o surge un complejo emocional del pasado.
En todos estos casos, tiendes a volverte «inconsciente». La reacción o la
emoción se apodera de ti: te «conviertes» en ella. Eres el actor que la
representa. Te justificas, acusas al otro, atacas, te defiendes..., pero no
eres tú: es una pauta reactiva, es la mente en su modalidad habitual de
supervivencia.
La identificación con la mente da a ésta más
energía; la observación de la mente le quita fuerzas. La identificación con la
mente crea más tiempo; la observación de la mente te abre a las dimensiones
intemporales. La energía retirada de la mente se convierte en presencia. Si puedes
sentir lo que significa estar presente, resulta mucho más fácil elegir salir de
la dimensión temporal —cuando no necesitas el tiempo por motivos prácticos— y
entrar profundamente en el ahora.
Esto no reduce tu capacidad de usar el tiempo
—pasado o futuro— cuando tienes que referirte a él por alguna causa concreta.
Tampoco reduce tu capacidad de usar tu mente; de hecho, la aumenta.
Cuando utilices la mente, ésta será más aguda,
estará más enfocada.
El principal foco de atención de la persona
iluminada está siempre en el ahora, aunque sigue manteniendo una conciencia
periférica del tiempo. En otras palabras: continúa usando el tiempo del reloj,
pero es libre del tiempo psicológico.
Observarás que el futuro suele imaginarse como mejor o peor que el presente. Si el futuro imaginario es mejor, te da esperanza o expectativas placenteras. Si es peor, crea ansiedad. Ambas son ilusorias.Nota también cuántas veces tu atención se va al pasado o al futuro. No juzgues ni analices lo que observas. Contempla el pensamiento, siente la emoción, observa la reacción. No las conviertas en un problema personal. Entonces sentirás algo más poderoso que cualquiera de las cosas observadas: la presencia misma, serena y observante, que está detrás de tus contenidos mentales; el observador silencioso.
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