Para hacerte consciente del cuerpo, necesitas
reorientar tu conciencia mental. Ésta es una de las tareas más esenciales del
camino espiritual porque libera enormes cantidades de conciencia que habían
quedado atrapadas en el pensamiento inútil y compulsivo. Una manera eficaz de
hacerlo es retirar el foco de atención del pensamiento y dirigirlo hacia el
cuerpo, donde, al principio, podremos sentir el Ser como un campo energético
invisible que da vida a lo que percibimos como nuestro cuerpo físico.
CONECTA
CON EL CUERPO INTERNO
Por favor, inténtalo ahora mismo. A lo largo de esta
práctica quizá te resulte útil mantener los ojos cerrados, pero más adelante,
cuando «estar en el cuerpo» sea algo fácil y natural, ya no será necesario.
DIRIGE TU ATENCIÓN AL CUERPO; siéntelo desde dentro. ¿Está vivo? ¿Hay vida en tus
manos, brazos, piernas y pies, en tu abdomen, en tu pecho?
¿Puedes sentir el campo de energía sutil que
impregna la totalidad del cuerpo y llena de vida vibrante cada órgano y cada
célula? ¿Puedes sentirlo simultáneamente en todas partes de tu cuerpo como un
campo de energía unificado?
Sigue concentrándote en las sensaciones de tu cuerpo
interno durante unos momentos. No empieces a pensar en él. Siéntelo.
Cuanta más atención le concedas, más clara e intensa
será la sensación. Sentirás como si cada célula estuviera más viva, y si tienes
muy desarrollado el sentido visual, puede que recibas una imagen de tu cuerpo
volviéndose luminoso. Esa imagen podrá ayudarte temporalmente, pero presta más
atención a la sensación que a cualquier figuración que pueda surgir. Una
imagen, por muy hermosa o intensa que sea, ya tiene una forma definida, y no te
permite profundizar tanto como la sensación.
ENTRA
PROFUNDAMENTE EN EL CUERPO
Para entrar aún más profundamente en el cuerpo,
practica la siguiente meditación. Diez o quince minutos de reloj deberían
bastar.
ASEGÚRATE DE QUE NO HAYA
DISTRACCIONES EXTERNAS, como teléfonos o personas, que
puedan interrumpirte. Siéntate en una silla, pero sin apoyarte en el respaldo.
Mantén la columna erguida. Eso te ayudará a estar alerta. Como
alternativa, elige tu posición favorita
de meditación. Mantén el cuerpo relajado. Cierra los ojos.
Realiza unas cuantas respiraciones. Siente que
respiras hacia el bajo vientre. Observa cómo se expande y se contrae
ligeramente con cada inspiración y espiración.
Después toma conciencia de todo el campo energético
interno del cuerpo. No pienses en él; siéntelo. Al hacerlo, arrebatas
conciencia a la mente. Si te sirve de ayuda, usa la visualización de la «luz»
que he descrito anteriormente.
Cuando sientas claramente el cuerpo interno como un
campo unificado, abandona, si te es posible, cualquier imagen visual y céntrate
exclusivamente en la sensación. Si puedes, abandona también cualquier imagen
que pueda quedarte del cuerpo físico. Lo único que te quedará es una sensación
ovni-incluyente de presencia o «de Ser», y sentirás que el cuerpo interno no
tiene límites.
A continuación ahonda con tu atención en esa
sensación. Hazte uno con ella. Fúndete con el campo energético, de modo que
desaparezca la percepción de dualidad entre el observador y lo observado, entre
tú y tu cuerpo. Poco a poco se va disolviendo la distinción entre lo interno y
lo externo, de modo que ya no queda cuerpo interno. Entrando profundamente en
el cuerpo lo has trascendido.
Mantente en el reino del puro Ser el tiempo que te
resulte cómodo; después vuelve a tomar conciencia del cuerpo físico, de tu
respiración y de los sentidos físicos, y abre los ojos. Observa tu entorno
durante unos minutos meditativamente —es decir, sin ponerle etiquetas mentales—
y mientras tanto sigue sintiendo tu cuerpo interno.
Tener acceso al reino de lo info rme
es muy liberador. Te libera del vínculo con la forma y de la identificación con
ella. Lo llamamos lo No Manifestado, la Fuente invisible de todas las cosas, el
Ser dentro de todos los seres. Es un reino de profunda quietud y paz, pero
también de alegría e intensa vitalidad. Cuando estás presente, te haces en
alguna medida a la luz, a la pura conciencia que emana de la Fuente. También te
das cuenta de que la luz no está separada de quien eres, sino que constituye tu
esencia misma.
Cuando tu conciencia se dirige hacia fuera, surgen
la mente y el mundo. Cuando se dirige hacia dentro, alcanza su propia Fuente y
regresa a casa, a lo No Manifestado.
Después, cuando vuelve al mundo manifestado, retomas
la identidad en la forma a la que habías renunciado temporalmente. Tienes un
nombre, un pasado, una situación de vida, un futuro. Pero ya no eres la misma
persona que antes; un aspecto esencial ha cambiado porque has vislumbrado una
realidad dentro de ti que «no es de este mundo», aunque tampoco está separada
de él, del mismo modo que no está separada de ti.
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