La clave es estar presente e intensificar
progresivamente tu presencia mediante la
atención al ahora.
Si quieres que florezca el amor, la luz de tu
presencia debe ser lo suficientemente intensa como para no verte arrollado por
el pensador o por el cuerpo-dolor, ni los confundas con quien eres. Conocerse
como el Ser que está debajo del pensador, la quietud que está debajo del ruido
mental, el amor y la alegría que se encuentran debajo del dolor, eso es
libertad, salvación, iluminación.
Desidentificarse del cuerpo-dolor es llevar la
presencia al dolor y así transmutarlo. Desidentificarse del pensamiento es
poder ser el observador silencioso de tus pensamientos y de tu conducta,
especialmente de los patrones repetitivos de tu mente y de los roles que
representa tu ego.
Si dejas de investirla de «yoidad», la mente pierde
su cualidad compulsiva, formada básicamente por la constante tendencia a juzgar
y a resistirse a lo que es, creando así conflicto, drama y más dolor. De hecho,
en el momento en que dejas de juzgar y aceptas lo que es, eres libre de la
mente. Has creado espacio para el amor, para la alegría, para la paz.
PRIMERO DEJAS DE JUZGARTE A
TI MISMO; después dejas de juzgar a tu pareja. El mayor
catalizador del cambio en las relaciones es la aceptación total de tu pareja tal como es, dejando completa- mente
de juzgarla y de intentar cambiarla.
Eso te lleva inmediatamente más allá del ego. A
partir de entonces todos los juegos mentales y el apego adictivo se acaban. Ya
no hay víctimas ni verdugos, ni acusadores ni acusados.
La aceptación total también supone el final de la
co-dependencia; ya no te dejas arrastrar por el patrón inconsciente de otra
persona, favoreciendo de ese modo su continuidad. Entonces, o bien os separáis
—con amor—, o bien entráis juntos más profundamente en el ahora, en el Ser. ¿Es
así de simple? Sí, es así de simple.
El
amor es un estado de Ser. Tu amor no está fuera; está en lo profundo de ti.
Nunca puedes perderlo, no puede dejarte. No depende de otro cuerpo, de otra
forma externa.
EN LA QUIETUD DE TU PRESENCIA puedes sentir tu propia realidad info rme
e intemporal: es la vida no manifestada que anima tu forma física. Entonces
puedes sentir la misma vida en lo pro-
fundo de los demás seres humanos y de las demás criaturas. Miras más allá del velo de la
forma y la separación. Esto es alcanzar la unidad. Esto es amor.
Aunque es posible tener breves atisbos, el amor no
puede florecer a menos que estés permanentemente liberado de la identificación
mental y tu presencia sea lo bastante intensa como para haber disuelto el
cuerpo-dolor, o hasta que puedas, al menos, mantenerte presente como
observador. De ese modo, el cuerpo-dolor no podrá arrebatarte el control y
destruir el amor.
LAS
RELACIONES COMO PRÁCTICA ESPIRITUAL
Como los seres humanos nos hemos ido identificando
progresivamente con la mente, la mayoría de las relaciones no tienen sus raíces
en el Ser, y por eso se convierten en fuente de dolor, dominadas por problemas
y conflictos.
Si las relaciones energetizan y expanden los
patrones mentales del ego y activan el cuerpo-dolor, tal como ocurre
actualmente, ¿por qué no aceptar este hecho en lugar de intentar huir de él?
¿Por qué no cooperar con él en lugar de evitar las relaciones o de seguir
persiguiendo el fantasma de una pareja ideal que sea la respuesta a todos tus
problemas o el complemento que te haga sentirte realizado?
El reconocimiento y la aceptación de los hechos te
permite cierta libertad respecto a ellos.
Por ejemplo, cuando sabes que hay desarmonía
y lo tienes presente, ese mismo hecho constituye un factor nuevo que no permitirá
que la desarmonía se mantenga invariable.
CUANDO SABES QUE NO ESTÁS EN PAZ, ese conocimiento crea un espacio tranquilo que envuelve tu falta de
paz en un abrazo amoroso y tierno, y después transmuta en paz la ausencia de
paz.
No hay nada que puedas hacer respecto de tu
transformación interna. No puedes transformarte a ti mismo y, ciertamente, no
puedes transformar a tu pareja ni a ninguna otra persona. Lo único que puedes
hacer es crear un espacio para que ocurra la transformación, para que
entren la gracia y el amor en tu vida.
De modo que cuando veas que tu relación no funciona,
cuando haga asomar tu «locura» y la de tu pareja, alégrate. Lo que era
inconsciente está saliendo a la luz. Es una oportunidad de salvación.
REGISTRA CADA MOMENTO, registra en especial tu estado interno en cada
momento. Si estás enfadado, debes saber que estás enfadado. Si te sientes
celoso, si estás a la defensiva, si sientes el impulso de discutir, la
necesidad de tener razón, si tu niño interno pide amor y atención o si sientes
dolor emocional del tipo que sea, conoce la realidad de ese momento y registra
ese conocimiento.
Entonces la relación se convierte en tu sadhana, tu
práctica espiritual. Si observas un comportamiento inconsciente en tu pareja,
rodéalo con el abrazo amoroso de tu conocimiento y no reacciones.
La inconsciencia y el conocimiento no pueden
coexistir durante mucho tiempo, aunque el conocimiento no esté en la persona
que actúa inconscientemente, sino en la otra. A la forma energética que reside
detrás de la hostilidad y el ataque, la presencia del amor le resulta
absolutamente intolerable. Si reaccionas a la inconsciencia de tu pareja, tú
mismo caes en la inconsciencia. Pero si a continuación recuerdas que has de
conocer y registrar tu reacción, no se pierde nada.
Las relaciones nunca habían sido tan problemáticas y
conflictivas como ahora. Como tal vez hayas percibido, su finalidad no es
hacerte feliz o satisfacerte. Si sigues intentando alcanzar la salvación a
través de una relación, te sentirás desilusionado una y otra vez. Pero si
aceptas que la finalidad de las relaciones es hacerte consciente en lugar de
hacerte feliz, entonces te ofrecerán salvación, y te habrás alineado con la
conciencia superior que quiere nacer en el mundo.
Para quienes se aferren a los viejos patrones, cada
vez habrá más dolor, violencia, confusión y locura.
¿Cuántas personas se requieren para hacer de tu vida
una práctica espiritual? No te preocupes si tu pareja no quiere cooperar. La
cordura —la conciencia— sólo puede llegar al mundo a través de ti. No tienes
que esperar a que el mundo se vuelva cuerdo, o a que otra persona se vuelva
consciente, para iluminarte. Podrías esperar eternamente.
No os acuséis mutuamente de ser inconscientes. En el
momento en que empiezas a discutir, té has identificado con una posición
mental, y junto con esa posición estás defendiendo tu sentido de identidad.
Entonces el ego se pone al mando. Estás siendo inconsciente. En ocasiones,
puede ser apropiado que señales a tu pareja ciertos aspectos de su comportamiento.
Si estás muy alerta, muy presente, podrás hacerlo sin que el ego se inmiscuya,
sin culpar, acusar ni decir al otro que está equivocado.
Cuando tu compañero o compañera se comporte
inconscientemente, renuncia a juzgarle. El juicio sólo sirve para confundir el
comportamiento inconsciente de la otra persona con su identidad real o para
proyectar tu propia inconsciencia en la otra persona y confundir tu proyección
con su identidad.
Esta renuncia a juzgar no implica que no reconozcas
la disfunción y la inconsciencia cuando las veas. Significa «ser el
conocimiento» en lugar de «ser la reacción» y el juez. Entonces te liberarás
totalmente de la necesidad de reaccionar, o reaccionarás conservando el
conocimiento, el espacio en el que la reacción puede ser observada y se le
permite ser. En lugar de luchar en la oscuridad, pones luz. En lugar de
reaccionar a la ilusión, eres capaz de verla y de traspasarla.
Ser el conocimiento crea un espacio claro de
presencia amorosa que permite a todas las personas y cosas ser como son. No hay
mayor catalizador de la transformación. Si haces de esto tu práctica, tu pareja
no podrá seguir a tu lado y continuar siendo inconsciente.
Si los dos llegáis al acuerdo de que la relación va
a ser vuestra práctica espiritual, tanto mejor. Entonces podréis expresar
vuestros pensamientos, sentimientos o reacciones en cuanto se produzcan, de
modo que no crearéis un desfase temporal que pudiera agriar una emoción no
reconocida ni expresada.
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