sábado, 23 de junio de 2012

Las 7 leyes del exito:LA LEY DE LA INTENCIÓN Y EL DESEO.


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LA LEY DE LA INTENCIÓN Y EL DESEO





Inmanente en toda intención y en todo deseo está el mecanismo para su realización... la intención y el deseo en el campo de la potencialidad pura tienen un infinito poder organizador.

Y cuando introducimos una intención en el suelo fértil de la potencialidad pura, ponemos a trabajar para nosotros ese infinito poder organizador.



En el principio era el deseo, primera semilla de la mente; los sabios, habiendo meditado en su corazón, descubrieron por su sabiduría la conexión entre lo existente y lo inexistente.

- Himno de la Creación, Rig Veda         



La quinta ley espiritual del éxito es la ley de la intención y el deseo. Esta ley se basa en el he­cho de que la energía y la información existen en todas partes en la naturaleza. En efecto, a nivel del campo cuántico solamente hay energía e in­formación. Campo cuántico es sólo otra manera de denominar el campo de la conciencia pura o de la potencialidad pura. Y en este campo cuántico influyen la intención y el deseo. Examinemos este proceso en detalle.

Cuando una flor, un arco iris, un árbol, una hoja de hierba, un cuerpo humano se descompo­nen en sus partes esenciales, vemos que éstas son energía e información. Todo el universo, en su naturaleza esencial, es el movimiento de la ener­gía y la información. La única diferencia entre nosotros y un árboles el contenido de información y de energía de nuestros respectivos cuerpos.

En el plano material, tanto nosotros como el árbol estamos hechos de los mismos elementos reciclados: principalmente carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y otros elementos en canti­dades minúsculas. Estos elementos se podrían comprar en un laboratorio. Por tanto, la diferen­cia entre nosotros y el árbol no reside en el carbo­no, o en el hidrógeno o en el oxígeno. De hecho, nosotros y el árbol intercambiamos constante­mente nuestro carbono y nuestro oxígeno. La ver­dadera diferencia entre los dos está en la energía y en la información.

En el orden general de la naturaleza, nosotros, los seres humanos, pertenecemos a una especie privilegiada. Tenemos un sistema nervioso capaz de tomar conciencia del contenido de energía e información de ese campo particular que da ori­gen a nuestro cuerpo físico. Experimentamos ese campo subjetivamente en forma de pensamien­tos, sentimientos, emociones, deseos, recuerdos, instintos, impulsos y creencias. Este mismo cam­po es percibido objetivamente como el cuerpo fí­sico - y por medio del cuerpo, percibimos ese campo como el mundo. Pero todo está hecho de lo mismo. Por eso los antiguos videntes exclama­ban: "Yo soy eso, usted es eso, todo esto es eso, y eso es todo lo que existe".

Nuestro cuerpo no es independiente del cuer­po del universo, porque al nivel de la mecánica cuántica no existen fronteras bien definidas. So­mos como una onda, una ola, una fluctuación, una circunvolución, un remolino, una perturba­ción localizada en un campo cuántico más gran­de. Ese campo cuántico más grande - el univer­so - es nuestro cuerpo ampliado.

El sistema nervioso humano no solamente es capaz de tomar conciencia de la información y de la energía de su propio campo cuántico, sino que, como la conciencia humana es infinitamente flexible a través de ese maravilloso sistema ner­vioso, podemos cambiar conscientemente el con­tenido de información que da origen a nuestro cuerpo físico. Podemos cambiar conscientemen­te el contenido de energía y de información de nuestro propio cuerpo de mecánica cuántica y, por tanto, influir en el contenido de energía y de información de nuestro cuerpo ampliado - nues­tro entorno, el mundo - y hacer que sucedan cosas en él.

Este cambio consciente se logra a través de las dos cualidades inherentes a la conciencia: la atención y la intención. La atención da energía, y la intención transforma. Cualquier cosa a la cual prestemos atención, crecerá con más fuerza en nuestra vida. Cualquier cosa a la cual dejemos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá. Por otro lado, la intención estimu­la la transformación de la energía y de la infor­mación. La intención organiza su propia realiza­ción.

El acto de dirigir la intención sobre el objeto de la atención desencadenará una infinidad de sucesos espacio-temporales orientados a producir el resultado buscado, siempre y cuando que uno cumpla las otras leyes espirituales del éxito. Esto se debe a que la intención, dirigida sobre el cam­po fértil de la atención, tiene un infinito poder organizador. Infinito poder organizador significa poder para organizar una infinidad de sucesos es­pacio-temporales, todos al mismo tiempo. Vemos la expresión de este infinito poder organizador en cada hoja de hierba, en cada flor de manzano, en cada célula de nuestro cuerpo. Lo vemos en todo lo que vive.

En el orden general de la naturaleza, todo se conecta y se correlaciona con todo lo demás. Cuando la marmota sale de su madriguera subte­rránea, sabemos que se avecina la primavera. Las aves comienzan a migrar en cierta dirección en determinada época del año. La naturaleza es una sinfonía. Y esa sinfonía es orquestada en silencio desde el fundamento último de la creación.

El cuerpo humano es otro buen ejemplo de esta sinfonía. Una sola célula del cuerpo humano realiza cerca de seis billones de funciones por se­gundo, y debe saber lo que todas las demás célu­las están haciendo al mismo tiempo. El cuerpo humano puede tocar un instrumento musical, matar gérmenes, hacer un bebé, recitar poesías y observar el movimiento de las estrellas, todo al mismo tiempo, porque el campo de la correlación infinita es parte de su campo de información.

Lo que es asombroso acerca del sistema ner­vioso de la especie humana es que puede gober­nar ese infinito poder organizador a través de la intención consciente. En la especie humana, la intención no está fija o encerrada en una red rígi­da de energía e información. Tiene una flexibili­dad infinita. En otras palabras, mientras no in­frinjamos las otras leyes de la naturaleza, a través de nuestra intención podemos, literalmente, di­rigir las leyes de la naturaleza para convertir en realidad nuestros sueños y nuestros deseos.

Podemos poner a trabajar para nosotros al computador cósmico, con su infinito poder orga­nizador. Podemos ir hasta ese fundamento último de la creación e introducir una intención, y con sólo hacerlo, activar el campo de la correlación infinita.

La intención sienta las bases para el flujo fá­cil, espontáneo y suave de la potencialidad pura, que busca pasar de lo inmanifiesto a lo manifies­to. La única advertencia es que utilicemos nues­tra intención para beneficio de la humanidad; pero eso es algo que sucede espontáneamente cuando uno está alineado con las siete leyes espi­rituales del éxito.



La intención es el verdadero poder detrás del deseo. La sola intención es muy poderosa, porque es deseo sin apego al resultado. El solo deseo es débil, porque en la mayoría de los casos es aten­ción con apego. La intención es desear respetan­do estrictamente todas las demás leyes, pero en particular la sexta ley espiritual del éxito: la ley del desapego.

La intención, combinada con el desapego, lle­va a una conciencia del momento presente cen­trada en la vida. Y cuando la acción se realiza te­niendo conciencia del momento presente, su eficacia es máxima. La intención mira hacia el futuro, pero la atención está en el presente. Mien­tras la atención esté en el presente, la intención hacia el futuro se cumplirá porque el futuro se crea en el presente. Debemos aceptar el presente tal como es. Aceptemos el presente y proyectemos el futuro. El futuro es algo que siempre podemos crear por medio de la intención desapegada, pero nunca debemos luchar contra el presente.

El pasado, el presente y el futuro son propie­dades de la conciencia. El pasado es recuerdo, memoria; el futuro es expectación; el presente es conciencia. Por consiguiente, el tiempo es el movimiento del pensamiento. Tanto el pasado como el futuro nacen en la imaginación; solamen­te el presente, que es conciencia, es real y es eter­no. Lo es. Es la potencialidad para el mundo del espacio y el tiempo, la materia y la energía. Es un

campo eterno de posibilidades que se experimen­ta a sí mismo en forma de fuerzas abstractas, trá­tese de la luz, el calor, la electricidad, el magne­tismo o la gravedad. Estas fuerzas no están ni en el pasado ni en el futuro; sencillamente son.

Nuestra interpretación de estas fuerzas abstrac­tas hace posible que tengamos la experiencia de los fenómenos concretos. Las interpretaciones que recordamos de las fuerzas abstractas crean la ex­periencia del pasado, mientras que las que antici­pamos crean el futuro. Ellas son las cualidades de la atención en la conciencia. Cuando estas cua­lidades se liberan de la carga del pasado, la ac­ción en el presente se convierte en suelo fértil para la creación del futuro.

La intención, apoyada en esta libertad indife­rente del presente, actúa como catalizador para la mezcla correcta de materia, energía y sucesos espacio-temporales para crear cualquier cosa que deseemos.

Si tenemos conciencia del momento presen­te centrada en la vida, entonces los obstáculos imaginarios - los cuales constituyen más del no­venta por ciento de los obstáculos percibidos - se desintegran y desaparecen. El restante cinco a diez por ciento de los obstáculos percibidos se pueden convertir en oportunidades por medio de la intención focalizada.

La intención focalizada es la atención que no se aparta de su propósito. Tener una intención focalizada significa mantener nuestra atención en el resultado que perseguimos, con un propósito tan inflexible que impida completamente que cualquier obstáculo consuma o disipe la concen­tración de nuestra atención. Se eliminan de la conciencia todos los obstáculos, de manera total y completa. Así podemos mantener una sereni­dad inconmovible, a la vez que mantenemos con pasión intensa el compromiso con nuestro obje­tivo. Éste es, simultáneamente, el poder de la conciencia sin apego y la intención focalizada.

Aprendamos a aprovechar el poder de la in­tención, y podremos crear cualquier cosa que de­seemos. Todavía será posible obtener resultados a través del esfuerzo y la constancia, pero a un pre­cio; ese precio puede ir desde la tensión emocio­nal hasta una enfermedad cardíaca o un trastor­no de la función del sistema inmunológico. Es mucho mejor dar los siguientes cinco pasos para poner en práctica la ley de la intención y el deseo. Cuando sigamos estos cinco pasos para cumplir nuestros deseos, la intención generará su propio poder.



1) Entremos en el espacio de la conciencia pura. Eso significa ubicarnos en medio de ese espacio silencioso que hay entre los pensa­mientos, entrar en el silencio - ese nivel de sólo ser que es nuestro estado esencial.



2) Una vez establecidos en ese estado de sólo ser, liberemos nuestras intenciones y nues­tros deseos. Cuando uno está realmente en ese espacio, no hay pensamiento, no hay in­tención; pero en cuanto sale de él - en esa unión entre el espacio silencioso y un pensamiento - es posible introducir la intención. Si tenemos una serie de metas, escribámos­las y concentremos nuestra intención en ellas antes de entrar en el espacio silencioso. Si deseamos una carrera de éxito, por ejemplo, debemos entrar en el espacio silencioso con esa intención, y así la intención ya estará allí como una tenue llama vacilante en nuestra conciencia. Liberar las intenciones y los deseos en este espacio significa sembrarlos en el suelo fértil de la potencialidad pura y es­perar a que florezcan en el momento propi­cio. No es conveniente desenterrar las semi­llas de los deseos para ver si están creciendo, o aferrarse rígidamente a la manera como de­berán desarrollarse. Lo único que hay que hacer es dejarlas libres.



3) Permanezcamos en el estado de auto-referen­cia. Esto significa permanecer establecidos en la conciencia de nuestro verdadero yo - nuestro espíritu, nuestra conexión con el

campo de la potencialidad pura. También sig­nifica no vernos a nosotros mismos a través de los ojos del mundo, o dejarnos influir por las opiniones y las críticas de los demás. Una buena manera de mantener el estado de auto­referencia es no divulgar nuestros deseos; no compartirlos con nadie, a menos que la otra persona tenga exactamente los mismos de­seos que nosotros y entre los dos exista una unión fuerte.



4) Renunciemos a nuestro apego al resultado. Esto significa renunciar a nuestro rígido in­terés por un resultado específico y vivir en la sabiduría de la incertidumbre. Significa dis­frutar cada momento de la jornada de la vida, aunque desconozcamos el desenlace.



5) Dejemos que el universo se encargue de los detalles. Nuestras intenciones y nuestros de­seos, una vez liberados en el espacio silen­cioso, tienen un infinito poder organizador.

Confiemos en que ese infinito poder organi­zador de la intención orquestará todos los de­talles por nosotros.

Recordemos que nuestra verdadera naturale­za es el espíritu puro. Llevemos la conciencia de este espíritu a donde quiera que vayamos, libere­mos suavemente nuestros deseos, y el universo ma­nejará los detalles por nosotros.



CÓMO APLICAR LA LEY DE LA INTENCIÓN Y EL DESEO




Pondré a funcionar la ley de la intención y el deseo comprometiéndome a hacer lo siguien­te:



1) Haré una lista de todos mis deseos, y la lle­varé a donde quiera que vaya. Miraré la lista antes de entrar en mi silencio y mi medita­ción. La miraré antes de dormir por la no­che. La miraré al despertar por la mañana.



2) Liberaré esta lista de mis deseos y la entrega­ré al seno de la creación, confiando en que cuando parezca que las cosas no están salien­do bien, hay una razón, y en que el plan cós­mico tiene para mí unos designios mucho más importantes que los que yo he concebido.



3) Recordaré practicar la conciencia del mo­mento presente en todos mis actos. No per­mitiré que los obstáculos consuman o disi­pen la concentración de mi atención en el momento presente. Aceptaré el presente tal como es, y proyectaré el futuro a través de mis intenciones y mis deseos más profundos y queridos.

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