miércoles, 20 de junio de 2012

Las 7 leyes del exito:La ley del dar


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LA LEY DEL DAR






El universo opera por medio de un intercambio dinámico... Dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía en el universo. Y si estamos dispuestos a dar aquello que buscamos, mantendremos la abundancia del universo circulando en nuestra vida.



Este frágil recipiente lo has vaciado una y otra vez para llenarlo eternamente de vida nueva. Esta pequeña flauta de caña la has llevado por valles y montañas, soplando a través de ella melodías siempre nuevas...

Tus dones infinitos vienen a mí solamente en mis pequeñas manos. Pasan los siglos, y tú continúas vertiendo, y todavía hay espacio para llenar.

- RABINDRANATH TAGORE, Gitanjali            



La segunda ley espiritual del éxito es la ley del dar. También podría llamarse la ley del dar y recibir porque el universo opera a través de un in­tercambio dinámico. Nada es estático. Nuestro cuerpo está en intercambio dinámico y constan­te-con el cuerpo del universo; nuestra mente man­tiene una interacción dinámica con la mente del cosmos; nuestra energía es una expresión de la energía del cosmos.

El flujo de la vida no es otra cosa que la interacción armoniosa de todos los elementos y las fuerzas que estructuran el campo de la existencia. Esta armoniosa interacción de los elementos y las fuerzas de la vida opera a través de la ley del dar. Puesto que nuestro cuerpo, nuestra mente y el uni­verso mantienen un constante y dinámico inter­cambio, frenar la circulación de la energía es como frenar el flujo sanguíneo. Cuando la sangre deja de circular, comienza a coagularse y a estancarse. Por ello debemos dar y recibir a fin de mantener la riqueza y la afluencia* - o cualquier cosa que deseemos en la vida - circulando permanente­mente.

La palabra "afluencia" viene de la raíz latina afflúere que significa "fluir hacia". La palabra afluencia significa "fluir en abundancia". El di­nero realmente es un símbolo de la energía vital que intercambiamos, y de la energía vital que uti­lizamos como consecuencia del servicio que le * prestamos al universo. Al dinero también se le llama moneda "corriente", nombre que refleja igualmente la naturaleza fluida de la energía. La palabra "corriente" viene del latín cúrrere que sig­nifica "correr" o "fluir".

Por tanto, si impedimos la circulación del di­nero - si nuestra única intención es acaparar el dinero y aferrarnos a él -, impediremos también, puesto que el dinero es energía vital, que éste vuelva a circular en nuestra vida. Para que esa energía fluya constantemente hacia nosotros, de­bemos mantenerla en circulación. Al igual que un río, el dinero debe mantenerse en movimien­to, o de lo contrario comienza a estancarse, a obs­truir, a sofocar y a estrangular su propia fuerza vi­tal. La circulación lo mantiene vivo y vital.

Toda relación es una relación de dar y recibir. El dar engendra el recibir, y el recibir engendra el dar. Lo que sube debe bajar; lo que se va debe volver. En realidad, recibir es lo mismo que dar, porque dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de la energía en el universo. Y si detenemos el flujo de alguno de los dos, obstaculizamos la inteligencia de la naturaleza.

En toda semilla está la promesa de miles de bosques. Pero la semilla no debe ser acapara­da; ella debe dar su inteligencia al suelo fértil. A través de su acción de dar, su energía invisible fluye para convertirse en una manifestación ma­terial.

Cuanto más demos más recibiremos, porque mantendremos la abundancia del universo circu­lando en nuestra vida. En realidad, todo lo que tiene valor en la vida se multiplica únicamente cuando es dado. Lo que no se multiplica a través del dar, ni vale la pena darse, ni vale la pena reci­birse. Si al dar sentimos que hemos perdido algo, el regalo no ha sido dado en realidad, y entonces no generará abundancia. Cuando damos a regaña­dientes, no hay energía detrás de nuestro acto de dar.

Al dar y al recibir, lo más importante es la in­tención. La intención debe ser siempre crear feli­cidad para quien da y para quien recibe, porque la felicidad sostiene y sustenta la vida y, por tan­to, genera abundancia. La retribución es directa­mente proporcional a lo que se da, cuando el acto es incondicional y sale del corazón. Por eso el acto de dar debe ser alegre - la actitud mental debe ser tal que se sienta alegría en el acto mismo de dar. De esa manera, la energía que hay en el acto de dar aumenta muchas veces más.

En realidad, practicar la ley del dar es muy sen­cillo: si deseamos alegría, démosles alegría a otros; si deseamos amor, aprendamos a dar amor; si de­seamos atención y aprecio, aprendamos a prestar atención y a apreciar a los demás; si deseamos ri­queza material, ayudemos a otros a conseguir esa riqueza. En realidad, la manera más fácil de obte­ner lo que deseamos es ayudar a los demás a con­seguir lo que ellos desean. Este principio funcio­na igualmente bien para las personas, las empresas, las sociedades y las naciones. Si deseamos recibir el beneficio de todas las cosas buenas de la vida, aprendamos a desearle en silencio a todo el mun­do todas las cosas buenas de la vida.

Incluso la sola idea de dar, el simple deseo, o una sencilla oración, tienen el poder de afectar a los demás. Esto se debe a que nuestro cuerpo, re­ducido a su estado esencial, es un haz individual de energía e información en medio de un univer­so de energía e información. Somos haces indivi­duales de conciencia en medio de un universo consciente. La palabra "conciencia" implica mucho más que energía e información - impli­ca una energía y una información que viven en forma de pensamiento. Por tanto, somos haces de pensamiento en medio de un universo pen­sante. Y el pensamiento tiene el poder de trans­formar.

La vida es la danza eterna de la conciencia, que se manifiesta como un intercambio dinámi­co de impulsos de inteligencia entre el micro­cosmos y el macrocosmos, entre el cuerpo huma­no y el cuerpo universal, entre la mente humana y la mente cósmica.

Cuando aprendemos a dar aquello que busca­mos, activamos esa danza y su coreografía con un movimiento exquisito, enérgico y vital, que cons­tituye el palpitar eterno de la vida.



La mejor manera de poner a funcionar la ley del dar - de iniciar todo el proceso de circula­ción - es tomando la decisión de que cada vez que entremos en contacto con una persona, le daremos algo. No es necesario que sean cosas ma­teriales; podría ser una flor, un cumplido o una oración. En realidad, las formas más poderosas de dar no son materiales. Obsequios como interesar­se, prestar atención, dar afecto, aprecio y amor, son algunos de los más preciados que se pueden dar, y no cuestan nada. Cuando nos encontremos con alguien, enviémosle en silencio un buen de­seo por su felicidad, alegría y bienestar. Esta for­ma de generosidad silenciosa es muy poderosa.

Una de las cosas que me enseñaron cuando era niño, y que también les he enseñado a mis hijos, es nunca visitar a alguien sin llevarle algo - no visitemos nunca a alguien sin llevarle un regalo. Sin embargo, uno podría preguntarse: "¿Cómo puedo hacerles regalos a los demás si aho­ra ni siquiera tengo suficiente para mí?" Podemos regalar una flor; una sola flor. Podemos llevar una nota o una tarjeta que exprese algo sobre nues­tros sentimientos hacia la persona a quien visita­mos. Podemos llevar un elogio. Podemos llevar una oración.

Tomemos la decisión de dar en todo lugar a donde vayamos, y a quien quiera que veamos. Mientras estemos dando, estaremos recibiendo. Cuanto más demos, más confianza tendremos en los efectos milagrosos de esta ley. Y a medida que recibamos más, también aumentará nuestra ca­pacidad para dar.

Nuestra verdadera naturaleza es de prosperi­dad y abundancia; somos naturalmente prósperos porque la naturaleza provee a todas las necesida­des y deseos. No nos falta nada porque nuestra naturaleza esencial es la potencialidad pura, las posibilidades infinitas. Por consiguiente, debemos saber que ya somos intrínsecamente ricos, inde­pendientemente de cuánto dinero tengamos, por­que la fuente de toda riqueza es el campo de la potencialidad pura - es la conciencia que sabe cómo satisfacer cada necesidad, incluyendo la alegría, el amor, la risa, la paz, la armonía y el cono­cimiento. Si vamos en pos de estas cosas primero - no solamente para nosotros mismos, sino para los demás - todo lo demás nos llegará espontá­neamente.



CÓMO APLICAR LA LEY DEL DAR




Pondré a funcionar la ley del dar comprome­tiéndome a hacer lo siguiente:



1) Llevaré un regalo a cualquier lugar a donde vaya y para cualquier persona con quien me encuentre. Ese regalo puede ser un elogio, una flor o una oración. Hoy les daré algo a todas las personas con quienes me encuen­tre, para iniciar así el proceso de poner en circulación la alegría, la riqueza y la prospe­ridad en mi vida y en la de los demás.



2) Hoy recibiré con gratitud todos los regalos que la vida me dé. Recibiré los obsequios de la naturaleza: la luz del sol y el canto de los pájaros, o los aguaceros de primavera o las

primeras nevadas del invierno. También es­taré abierto a recibir de los demás, sea un re­galo material, dinero, un elogio o una ora­ción.



3) Me comprometeré a mantener en circulación la abundancia dando y recibiendo los dones más preciados de la vida: cariño, afecto, apre­cio y amor. Cada vez que me encuentre con alguien, le desearé en silencio felicidad, ale­gría y bienestar.






* La palabra inglesa affluence - traducida aquí como "afluencia" - significa, además de abundancia, riqueza y prosperidad; de ahí la digresión etimológica del siguiente párrafo. (N. del Ed. )

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